El concepto de almacén ha evolucionado mucho a lo largo del tiempo, ampliando progresivamente sus funciones, ámbito de responsabilidad e importancia dentro de la empresa.
La tecnología juega un papel cada vez más protagonista en el funcionamiento de los almacenes, y cada vez se tiende más a la robotización y a la minimización del esfuerzo físico de los empleados, gracias a avances como las carretillas elevadoras.
En la práctica, las funciones concretas de cada almacén dependen de muchas variables: tamaño de la empresa y sector de actividad, así como factores físicos, estructurales y organizacionales.
No obstante, si nos centramos en el movimiento que suele darse en un material, artículo o producto, nos encontramos con el siguiente circuito o proceso común, conocido como Layout, el cual se divide en las siguientes etapas:
Consiste en el proceso de planificación y utilización óptima del área de recepción con el fin de recibir los materiales que entran en el almacén. En esta etapa se realiza un control de:
Planificación e implementación de un sistema de control del contenido del almacén en cada momento, con especial atención a las entradas y salidas de cada producto y las necesidades de stock y aprovisionamiento.
Para su óptimo funcionamiento, dicho sistema debe estar informatizado y lo más automatizado posible. Normalmente, se utiliza un software específico de gestión de almacén (SGA), el cual se integra con el sistema informático general de la empresa (ERP), el cual incluye funciones de contabilidad, facturación, etc.
Se trata de adaptar las mercancías al espacio disponible y las condiciones necesarias para su custodia, clasificación y mantenimiento en condiciones óptimas y sujetas a la normativa vigente en cada caso.
En esta etapa, es muy importante tener en cuenta las diferentes compatibilidades entre distintos tipos de productos. Por ejemplo, no se pueden juntar mercancías peligrosas o aquellas que necesitan mantenerse a una temperatura controlada, para que no se echen a perder o por seguridad.
Traslados internos por las distintas zonas del almacén y el manejo de los distintos productos: zonas para albergar mercancías especiales, sitios de paso de maquinarias y personas, espacios para devoluciones, gestión de picking y de logística inversa, etc.
Mediante un sistema totalmente ligado al de entradas (SGA), se lleva un control exhaustivo y detallado del destino de los materiales a los distintos proveedores y clientes. Esta es la etapa que cierra el circuito.
El flujo de materiales en el almacén (mapeo de flujos), así como los diferentes procesos responde a la características de la empresa, su organización y el propio espacio físico del almacén.
A partir de aquí, pueden generarse diferentes tipos de flujos o procesos: desde el más sencillo, que es el que se limita a suministrar las mismas unidades de carga que envía el proveedor, sin divisiones ni fracciones, al más complejo, donde se disponen diferentes áreas de trabajo en función de los diferentes productos. En este tipo de almacenes es necesario trabajar con distintas operativas, siendo la más compleja el picking.
Las carretillas elevadoras se han convertido en un instrumento básico en el funcionamiento del almacén. Pero no todas las carretillas sirven para todo tipo de aplicaciones. Por eso en el mercado existen diversos tipos de carretillas y su elección depende de factores como el tamaño del almacén y los tipos de procesos empleados en el circuito logístico:
Una transpaleta manual una carretilla de tracción humana, simple y fácil de usar tanto para carga y descarga como para la preparación de pedidos. Entre sus principales ventajas se encuentran el bajo coste y su mínimo impacto medioambiental.
Las transpaletas eléctricas son carretillas que disponen de motor y son cómodas y versátiles, permitiendo el manejo, cómodo y seguro, de materiales en almacenes, tiendas e, incluso, descargar las mercancías directamente de los camiones.
Se utilizan, sobre todo, para poder cargar y descargar cargas paletizadas de dos o tres alturas, de forma eficaz y segura. Los apiladores eléctricos están disponibles en muchas variantes, en las que el conductor puede ir detrás, al lado o subido en una plataforma.
Las carretillas retráctiles son adecuadas tanto para el transporte horizontal como para el apilamiento. Tienen una excelente estabilidad, maniobrabilidad y capacidad de elevación (hasta 12 metros), por lo que son muy eficientes para apilar pallets, soportando cargas de hasta 1.400 kg.
Son las más tradicionales y sencillas, pero al mismo tiempo muy versátiles y prácticas para el manejo de cargas pesadas, que no requieren de gran precisión. Algunos modelos pueden llegar a transportar hasta 60 toneladas y elevarse a 7 m.
Se suelen usar en la zona de preparación de pedidos (picking) y permiten el trabajo en diferentes alturas y posiciones: pallets, cajones, barriles, etc. Son unas carretillas muy bien valoradas por su versatilidad, practicidad y eficiencia.
Carretillas compactas, ligeras y flexibles que se usan exclusivamente en los pasillos de los almacenes. El hecho de permitir un giro de 180º a izquierda y derecha las convierte en ideales para acceder fácilmente a las mercancías, aunque se encuentren a gran altura.
Las carretillas automatizadas y robotizadas funcionan sin conductor, puesto que están programadas para saber, de antemano, por dónde circular y dejar y recoger la carga. Utilizan tecnología láser avanzada que les permite escanear los alrededores, detectar obstáculos y frenar automáticamente para evitar accidentes.
Las carretillas elevadoras inteligentes de Toyota destacan por su gran capacidad tecnológica para recoger información en tiempo real: movimientos, control de incidencias, averías, etc. Además, transmiten la información, de manera instantánea y automática, a las personas encargadas de resolver el problema.
La tecnología avanzada de Toyota permite entrar en una fase tecnológica en la que es posible ganar en eficacia, agilidad y productividad. Siempre con los máximos niveles de seguridad para las personas, infraestructuras, los equipos y la propia mercancía.