El stock se define como la mercancía que se almacena en un almacén u otro tipo de local para ser vendida o comercializada.
Esta mercancía está formada por producto acabado, disponible para ser servido. Dentro de este término existen diversos tipos de stocks que se diferencian y clasifican en función de ciertas variables. Por ejemplo, stock de seguridad, stock de alerta, stock físico, stock mínimo, stock disponible, etc.
Sin embargo, en esta ocasión no nos vamos a centrar en definir estos términos, sino que vamos a tratar más en profundidad la problemática del stock en el almacén y la cadena logística.
En resumen, una gestión eficiente del stock es esencial para que las empresas puedan mantener operaciones logísticas fluidas, optimizar la relación entre la oferta y la demanda, disminuir costos y mejorar la satisfacción del cliente.
La gestión del stock depende en gran medida de la política de stocks marcada por la compañía. Dentro de esta política se establecen, por ejemplo, los días de stock que se deben tener en el almacén. Esta política de stock está afectada por el nivel de calidad de servicio que establece, por ejemplo, el número de días que se tardará en entregar un pedido al cliente.
Uno de los problemas asociados al stock es limitar la entrega a un período de tiempo muy corto. En los últimos tiempos, se ha tratado de minimizar la espera del cliente lo máximo posible, hasta los pocos días e incluso horas. Este nivel de servicio implica tener un stock disponible al momento lo que, a su vez, influye aguas arriba y aguas abajo:
La política y el tipo de stocks establecidos marcarán la relación con los proveedores, el departamento de compras y, si lo hubiera, con producción. Marcar una política u otra en función del nivel de servicio que se quiere dar conlleva la necesidad de confiar plenamente e “instar” al proveedor a que cumpla con los tiempos y las cantidades necesarias.
Un ejemplo de esta implicación aguas arriba aparece en el tipo de stock just in time donde la relación con los proveedores es muy particular, puesto que la problemática del stock y la responsabilidad de su disponibilidad asciende al proveedor que es quién debe tener mercancía disponible en todo momento que se requiera.
“Cliente pide, cliente recibe” esta frase tan simple implica una realidad rotunda y clave; ¿Estamos preparados y tenemos la mercancía necesaria para enviar y entregar el producto? Este momento caliente depende como hemos hablado, de la política y tipo de stocks y, por tanto, del nivel de calidad de servicio definido.
Otro hecho conectado a los tipos de stock es el coste logístico. Se podría definir como los costes asociados a la actividad logística de una empresa, es decir, aquellos derivados del movimiento de mercancía dentro de la empresa, con los proveedores y clientes, así como su almacenamiento. Aunque este coste logístico no es sencillo de conocer al detalle, es clave para poder tener una visión general de lo que implican los diferentes tipos de stock dentro del mismo y, no solo eso, sino de qué porcentaje del precio final del producto se debe a dicho coste logístico. Conocer correctamente este coste logístico es imprescindible para evitar, en casos extremos por ejemplo, la pérdida de dinero en cada pedido.
Además de lo ya mencionado, dentro de lo que hemos definido como “problemática del stock” hay que incluir el error humano. Los profesionales de la logística no son máquinas y a pesar de su preparación, experiencia y cuidado, siempre pueden ocurrir errores que desemboquen en contratiempos relacionados con el almacenamiento de la mercancía. Por ejemplo, el hecho de colocar etiquetas erróneas o situar el producto en un lugar que no le corresponde son posibles acciones que conllevan problemas en la gestión de los diferentes tipos de stock y que pueden afectar a la calidad del servicio proporcionado. Es cierto, que este tipo de errores son una ínfima parte, pero dentro del tema que estamos tratando es importante su mención.
Como en todos los ámbitos, la medición y la monitorización se tornan indispensables para conocer el grado de cumplimiento de los objetivos marcados. En este caso particular, existen algunos indicadores en torno a los tipos de stock existentes cuya utilidad es muy significativa. Destacan los siguientes:
De forma complementaria, a este aspecto hay que añadir el hecho de que puede haber mercancía que ha superado la fecha de caducidad o consumo preferente y, por tanto, es inservible y hay que destruirla. Este hecho, supone un coste añadido que hay que tener siempre en cuenta.
Este tipo de marcadores permiten tener un control y obtener información del nivel de cumplimiento de los objetivos establecidos. Cuando nos alejamos de estos objetivos o estamos cometiendo errores, estos indicadores emitirán alertas a partir de las cuales podremos identificar el problema y reaccionar ante él.
El tipo de producto influye, naturalmente, en la política y los tipos de stock. En el caso de una empresa, no todos los productos tienen que tener la misma política de stocks asignada.
Esta política dependerá, por ejemplo, del nivel de rotación (alta, media, baja) que tenga cada producto. Generalmente, los productos se incluyen en categorías (A, B, C, D…) mediante un análisis ABC de producto.
Este análisis organiza los productos en categorías (A, B, C…) en función de su contribución a la facturación, a la rotación, al porcentaje de venta, valor de venta, mercancía vendida… en definitiva a la variable elegida. Este hecho no es algo estático, sino que un producto que se engloba en la categoría A en un momento determinado, puede pasar a la categoría C en otro momento puntual y viceversa en base a múltiples condicionantes.
Esta categorización de los productos influye en la política y el tipo de stock, en la capacidad de reacción de la cadena logística, en la relación con proveedores… En definitiva, afecta aguas arriba y aguas abajo e, indudablemente, en la gestión del stock.
Para completar este artículo, deberemos tratar cuál es el objetivo básico del stock (almacenamiento de la mercancía), que no es otro que no sufrir rotura de stock, es decir, no tener escasez o falta de producto.
Para alcanzar este objetivo, es clave prever la demanda de la manera más aproximada posible. En este punto aparece lo que se denomina como forecasting o previsión de la demanda. En este proceso se emplearán todas las herramientas necesarias para definir unas horquillas lo más realistas posibles que delimiten la demanda futura que tendrá un producto en diferentes momentos temporales (Navidad, Black Friday, Verano, durante una temporada determinada…) y en base a esta información, estar más preparados y poder decidir si la política y los tipos de stocks adoptada es o no adecuada para hacer frente a las estimaciones.
Sin embargo, a pesar de que esto parece sencillo sobre el papel, la demanda no es algo estable y puede variar por múltiples factores. Por lo tanto, tener una previsión es muy positivo, pero sin la implementación de ciertos procesos (capacidad de reacción de los proveedores, aumento de la flexibilidad de las líneas de producción, rápida reacción de la cadena logística a todos los niveles…) sería imposible evitar esa falta de los diferentes tipos de stock o rotura de stock.